googlece0dc0266b121078.html LOS OVNIS DE DON TOÑO: Navidad de muerte, una historia norteamericana

lunes, 10 de diciembre de 2012

Navidad de muerte, una historia norteamericana




Durante las últimas semanas, los EE.UU. me han dejado atónito. El voto para mantener el sufrimiento y la degradación del pueblo palestino era esperado.

No puedo afirmar que las estrafalarias y salvajemente conspiratorias mentiras sobre Siria y el armamento nuclear, un reportaje que acabo de ver hace unos minutos, o la amenaza del uso de armas químicas y biológicas, me hayan sorprendido.

No obstante, me han golpeado en la cabeza como su hubiera tropezado con una pared a una velocidad de 160 kilómetros por hora.
Los EE.UU. votan por restringir las visitas de ciudadanos rusos, tomando como base posibles “crímenes de guerra”, y apoyan ataques similares a Irán por su fracaso para acatar los estándares norteamericanos de derechos humanos.

Yo repito la frase como si fuera un sueño: “Estándares norteamericanos de derechos humanos…”.

Sin extenderme mucho en el tema, he observado cómo mi país ha asesinado a dos millones de personas durante los últimos 11 años. En mi vida, he visto a los Estados Unidos apoyar escuadrones de la muerte en tres docenas de países, armar regímenes maniáticos con armas de destrucción masivas e inundar, abiertamente, el mundo con narcóticos; mientras tanto daba la espalda a temas de asesinatos masivos y tráfico de personas que tienen lugar en todos los continentes, menos en la Antártica.

Cuando veo estas cosas, me doy cuenta que vivo en una nación obsesionada con la religión, obsesionada con el “juicio”, pero ciega total a lo que es inexorablemente un mal que ha llegado a cada rincón de cada aspecto de la sociedad estadounidense.

Hoy, en Rusia, millones de personas se preparan para el “fin del mundo”, según las interpretaciones del calendario Maya.

Cuando miro a mi alrededor, la indiferencia a la justicia, la humanidad, el honor y la decencia, la buena disposición para participar en una diabólica venta masiva al por mayor, y que ningún ser racional pueda reivindicar que la psiquis norteamericana difiere un ápice de lo descrito, la idea del “fin de los tiempos” comienza a tener sentido.

¿Son tantas las personas absolutamente ciegas que no pueden ver cómo una mano divina podría tomar represalias contra las sociedades tan inherentemente infestadas con lo que sólo podría describirse como una presencia demoníaca?

Hoy, la indiferencia trasciende las torturas, los asesinatos, las hambrunas, la crueldad, no importa el color, la raza, la religión, no significan nada.

Si le parece que estoy bromeando, si siente que exagero, por favor lea cualquier periódico norteamericano, vea cualquier reportaje, escuche a nuestro Gobierno, vea lo que hacemos, por cada voz de decencia, el silencio desalmado de millones suena con un ensordecedor crescendo.

Los Estados Unidos no es una nación de iglesias. Estas llenan de puntos nuestras ciudades, nuestra campiña, cada día hay más nuevas. Los días de las iglesias pequeñas, las congregaciones rurales están rápidamente cediendo terreno a las “mega-iglesias”. Cosas así sólo existen en los Estados Unidos, a menudo prefabricados, cientos de miles de metros cuadrados, edificios industriales modificados para tomar la apariencia de lugares solemnes y de culto.

Son tiempos críticos. Los cristianos de todo el mundo esperan cada año por el momento elegido para representar el nacimiento de Cristo. Lo que pretendía ser un mensaje de renovación espiritual, de amor universal, de ultimación de la humanidad y bondad trascendente, un tiempo de esperanza y reposición, durante mi vida, ha perdido su significado en décadas recientes.

Se siente extraño hablar de la Navidad. Mi familia nunca fue religiosa, pero la Navidad fue siempre un tiempo mágico, no sólo por los regalos, sino por ser un momento místico que nos llegaba a todos por igual: creyentes y no creyentes.

Permítanme ser más claro, en los EE.UU., hay infinitamente más “no-creyentes” que “creyentes”, principalmente entre quienes asisten a servicios religiosos.

El siglo XX sentó las bases para lo que estaba por venir. Lo que había sido presentado como grandes enfrentamientos entre filosofías, entre teorías políticas, enfrentamientos entre naciones estados por los recursos del mundo quedan ahora al descubierto por la moderna visión que ha traído el nuevo siglo.

El capitalismo, la religión financiera de Occidente, no es otra cosa que un feudalismo renovado, con crueles dictadores, y la sombra de un gobierno mundial del crimen organizado, descrito por muchos como “finanzas internacionales”, que sustituyen a los barones y duques.

Con pocas excepciones, cada movimiento hacia el desarrollo humano y la renovación espiritual era catalogado como “radicalización”. Un siglo de guerras construye un mundo de injusticia, de aguas sucias, de comida tóxica, de oscuridad y la esperanza de que proliferen miles de millones de puntos.

Cualquier cosa que la humanidad aceptó como creencias y esperanzas, no quedaría tan claro como la presencia de un diablo esperando terminar con una vida, destruir un sueño, corromper toda inocencia.

No puedo seguir viendo las noticias, no puedo escuchar más que a unos cuantos líderes mundiales.

Aún más, las voces reales de la razón son siempre las de los “terroristas”. Di la verdad y entrarás en una “lista negra”. Exige justicia y te convertirás en blanco del “ataque de un drone”.

De esta forma, miro hacia los Estados Unidos, juzgando al mundo; este líder es un “criminal de guerra”, aquel es un “extremista”, el otro es “simpatizante de Al-Qaeda”.

Entonces recuerdo.

De la página Web HistoryCommons.org, la historia de cómo y por qué los Estados Unidos se abstuvieron de participar en la Corte Penal Internacional:

“2 de mayo de 2002: Los EE.UU. rechazan los estatutos de la Corte Penal Internacional”

En una carta enviada al secretario general de las NN.UU., Kofi Annan, el subsecretario de Estado para Control de Armas, John Bolton, escribe: Sirva la presente para informarle, en correspondencia con los Estatutos de Roma de la Corte Penal Internacional aprobados el 17 de julio de 1998, que los Estados Unidos no pretende convertirse en miembro del Tratado. Por consiguiente, los EE.UU. no tienen obligaciones legales derivadas de su firma el 31 de diciembre de 2000.

El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dice: “Los Estados Unidos considerará ilegítimo cualquier intento del tribunal o cualquier miembro del Tratado de aplicar las leyes de la CPI contra ciudadanos estadounidenses”.

La CPI se remonta a la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados en 1969, y representa el primero y más influyente tribunal de crímenes de guerra del mundo.

La carta de Bolton tiene como propósito retirar a los Estados Unidos de los estatutos de Roma, establecidos por la CPI, y exonera a los EE.UU. de sus obligaciones bajo el Convenio de Viena sobre los Derecho de los Tratados.

Los Estados Unidos no serán “cuestionados” - La Administración Bush defiende su decisión, alegando que el Tratado infringe la soberanía de los EE.UU., puesto que bajo sus previsiones, un juez internacional que no responde ante nadie, podría iniciar procesos políticamente motivados o frívolos contra las tropas, los oficiales o funcionarios norteamericanos.

“No queremos tener nada que ver con el tema”, dijo un portavoz de la Administración. La CPI es “incomprensible para los norteamericanos” y “no tiene la obligación de respetar los derechos constitucionales de nuestros ciudadanos”, declaró Rumsfeld. El secretario de Estado, Colin Powell, dice que el CPI socava la soberanía judicial de los EE.UU. y el país no puede quedar a expensas de una autoridad superior que pueda tratar de “cuestionar a los Estados Unidos después de haber juzgado a alguien… Estamos a la vanguardia en el mundo en cuanto a garantizar la justicia de la gente…”

¿Todos ven la locura que implica o soy solo yo?


FUENTE: http://elpolvorin.over-blog.es/article-navidad-de-muerte-una-historia-norteamericana-113339858.html     

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