googlece0dc0266b121078.html LOS OVNIS DE DON TOÑO: ¿GRAN DESCUBRIMIENTO O INCREÍBLE DEMENCIA?

jueves, 4 de abril de 2013

¿GRAN DESCUBRIMIENTO O INCREÍBLE DEMENCIA?



Uno de los hombres que más visitaron ambos Polos antes de estallar la II Guerra Mundial fue el vice almirante Richard E. Byrd, a quien se debe una extraordinaria película sobre la Antártica que data de la década de los treinta. Recién terminada la guerra se inició su caída, a causa de unas palabras consideradas por sus jefes como "completamente absurdas".
En febrero de 1947, poco antes de emprender una expedición al Polo Norte, declaró que "quisiera ver esas tierras más allá del Polo". Se tomaron sus palabras como una expresión poética sin importancia, pero cuando más tarde, el 13 de enero de 1956 envió otro mensaje igualmente incomprensible cuando volaba sobre el Polo Sur. se llegó a la conclusión de que el vice almirante había enloquecido.

Dijo que veía "unos bosques y lagos, e incluso animales semejantes al mamut, pastando en una región situada más allá del Polo". ¿A qué se refería el explorador?

¿Vegetación en los Polos?

...Cuando regresó a su casa, reprendieron severamente a Byrd y le prohibieron hacer más declaraciones propias de un demente. Byrd moriría meses más tarde, decepcionado al ver que sus compatriotas se negaban a aceptar lo que él consideraba el descubrimiento más sensacional de los últimos años. Sin embargo no todos lo iban a tildar de loco. El italiano Amadeo Giannini meditó sobre las palabras de Byrd y realizó investigaciones sobre algunos testimonios del siglo pasado y terminó escribiendo una curiosa obra titulada Mundos más allá del Polo, publicada en 1959.

Se refería Giannini en su libro a la aventura del noruego Fridtof Nansen, quien descubrió el 3 de agosto de 1894 en la región norte de Groenlandia algo que lo dejó perplejo. Se encontraba en unos 86 grados de latitud norte cuando halló unos troncos arrastrados por la corriente marina procedente del norte. ¿Troncos de árbol en las inmediaciones del Polo Norte, donde lo único que existe es hielo, esquimales y osos blancos?.

Este hallazgo sería confirmado poco después por el comandante McClure cuando exploraba la Tierra de Banks, isla del archipiélago ártico. Y también por el capitán Beechy en la costa oeste de la isla Spitzberg, quien encontró al mismo tiempo gansos silvestres que volaban, de manera inexplicable, rumbo al norte.

Giannini encontró además, en algunas leyendas escandinavas, alusiones a una tierra oculta entre los hielos, al norte, en la que vivía una población desconocida. ¿Qué gente era aquella? ¿Vivía todavía en las regiones polares o era la misma que habitó en la antigua tierra de Thule, antes de ser invadida por los hielos?.

Un año después de aparecer el libro del italiano, se dio a conocer una curiosa noticia por el periódico Globe and Mail de Toronto. Era la fotografía tomada por un aviador cuando volaba sobre la región ártica, en la que aparecían unos bosques espesos. Nadie le hizo caso a la foto. Pero un siquiatra de Los Ángeles, el Dr. Nephi Cotton, recordó entonces, la historia que un paciente noruego le contó cinco años atrás.
 

¿Gran descubrimiento... o increíble demencia?

Aquel hombre había escuchado en su juventud, de labios de los pescadores de su país, historias muy extrañas sobre un misterioso país situado en los confines árticos del planeta. Decidió partir un día acompañado por un amigo, a descubrir aquellas tierras del norte. Navegaron entre icebergs durante un par de meses, hasta que llegaron a corta distancia de una montaña cercana al mar. Se internaron los dos viajeros por un fiordo que los condujo a un país con bosques, poblado por animales de gran tamaño.

Unos hombres de gran estatura los invitaron en una lengua extraña a bajar a tierra. Les dieron de comer y fueron a despedirlos más tarde a su embarcación, con grandes muestras de afecto. Esta sería la historia que el noruego contó al psiquiatra, y que nadie tomó en consideración, por considerarla propia de un loco. Sin embargo, ninguno de los escépticos lectores sabía que a fines del siglo XIX había sucedido una aventura semejante, protagonizada por otro noruego amigo de aventuras.
 

Se va gestando la teoría de la Tierra Hueca

Siendo todavía joven, Olaf Jansen viajó con su padre rumbo al norte y arribó a un país donde la temperatura era agradable y el sol brumoso, diferente al que conocían los viajeros. Recorrieron el lugar, poblado por exuberante vegetación, y fueron a encontrarse frente a un auténtico mamut.

De regreso a casa, la embarcación chocó contra un iceberg y el señor Jansen cayó al agua. Su hijo sería rescatado por la tripulación de otro barco, que escuchó su asombrosa historia. En consecuencia, Olaf fue encerrado en un manicomio, donde permaneció veinte años. Tuvo tiempo de escribir un libro que tituló El dios que humea, refiriéndose al extraño sol que parecía desprender humo.

Por aquellos días, el norteamericano William Reed lanzaría una curiosa teoría sobre la misteriosa región polar, basándose en el libro escrito por el noruego loco. Dijo que en cada uno de los dos Polos de la Tierra se abre una abertura circular que permite la entrada al interior de la misma. ¿También este hombre se había vuelto loco?

Explicaba Reed que "la fuerza de gravedad es tan intensa en las aberturas polares que el agua de los ríos interiores se precipita a la superficie del planeta, donde se hiela y se transforma en icebergs". Se quiebran a continuación éstos en fragmentos de tamaño gigantesco que producen las extrañas marejadas bien conocidas por los exploradores polares. Dentro de los bloques de hielo llegan a la superficie plantas y animales de todos los tamaños, como un mamut que encontraron en Siberia en 1799. Los científicos de aquella época declararon que el mamut se encontraba envuelto en hielo desde hacia miles de años. Reed afirmaba, por el contrario, que enorme animal se aventuró imprudentemente hasta la abertura del mundo exterior y fue arrastrado por la corriente hasta las tierras siberianas.

En 1902 aparecería otro mamut, en la región de Bereskova, y en fecha reciente el ser primitivo que flotaba envuelto en hielo a la altura de las islas Aleutianas. Los científicos afirmaron que, de haber sido congelados ambos en circunstancias normales, a temperaturas no demasiado bajas, el proceso de descomposición debió seguir adelante. Es decir, que la edad del mamut y del ser humano no era superior a uno o dos siglos. ¿Significa esto que, después de todo, pudiera ser cierta la teoría de Reed y que llegaron mamut y hombre primitivo del interior de la Tierra?
 

Nuevos indicios

William Reed tendría un fuerte defensor de sus ideas, a partir de 1920, en el personaje de su compatriota Marshall B. Gardner, quien había observado ciertos extraños fenómenos e ideó nuevas teorías para completar las anteriores. Había observado la nieve de color que cae ocasionalmente sobre las regiones árticas, y se preguntó si no sería causada por el polen de las plantas que crecen en ese desconocido interior del planeta.

Se fijó Gardner en el casquete polar de Marte y se preguntó también si no sería igualmente hueco. Decía que "el color blancuzco que caracteriza al polo marciano no se debe al hielo, sino a las nubes que se amontonan junto a la abertura". Si el casquete polar se desvanece a veces, añadía Gardner, es porque se introducen las nubes por la abertura, al llegar el verano, como si se tratase de una marea gigantesca cuyo mecanismo no ha sido aún comprendido.
 

La aventurera hipótesis de unos soviéticos

Unos científicos cuyo nombre no ha sido revelado afirmaron hace unos años, en defensa de estas teorías, que el polo magnético no es un punto, sino una línea circular perfecta, lo mismo en el Norte que en el Sur, y que cualquier punto de esta línea circular podría identificarse con el Polo.

De ser esto cierto, se explicaría lo sucedido en 1909, cuando el Dr. Frederick Cook fue aclamado como conquistador del Polo Norte, hecho que tuvo lugar el 21 de abril de ese año. Días más tarde, el vicealmirante Robert E. Peary declararía que él estuvo en el Polo Norte el día 6 y que plantó una bandera norteamericana en aquel lugar. Ninguno de los dos exploradores tenían testigos de su proeza. Los dos estaban seguros de haber alcanzado el Polo Norte. Cook debió ver la bandera dejada por Peary, de haberla clavado éste. Pero no apareció por ningún lado.

¿No sería que los dos exploradores alcanzaron uno de los puntos que forman ese círculo polar? ¿Acaso resulta imposible clavar una bandera en el Polo Norte o en el Sur, porque no existen esos puntos, ocupados por una abertura que conduce al interior del planeta? ¿Estaba en lo cierto Richard E. Byrd cuando declaró que iba a volar más allá del Polo?

Aunque suene a absurdo, estas teorías son tan antiguas como la humanidad y han recibido incluso el beneplácito de un gobierno casi contemporáneo. En algunas leyendas antiguas se habla del reino subterráneo de Aggartha, que se encuentra bajo los montes del Tibet. Se ha dicho en muchas ocasiones que los tan discutidos ovnis no proceden del espacio, sino que tienen sus bases en el interior de la Tierra, que abandonan saliendo precisamente por las dos aberturas que existen en ambos Polos.

"Ahí vive la raza superior, la misma que un día subirá a aniquilarnos". Esta teoría defendida hace dos siglos por el inglés Bulwer Lytton sería aceptada por los filósofos del nazismo, quienes se mostrarían partidarios de la existencia de un sol interior. Este sol "iluminaría a una tierra hueca cuyos habitantes son de raza aria y odian a muerte a quienes vivimos en la superficie del planeta, gozando las delicias de un sol interior que no debe andar escondiéndose como el otro".

Con este artículo no se quiere decir que todos estos testimonios, teorías e hipótesis sean ciertos o verídicos; es más, puede ser que se traten de una gran "sanata", pero de todos modos pareció muy interesante. Ahora, la pregunta para los foros:

¿GRAN DESCUBRIMIENTO O INCREÍBLE DEMENCIA? 






Cuentan los últimos macuxíes (del norte del Amazonas), que hasta el año 1907 entraban por una caverna y andaban entre trece y quince días, hasta llegar al interior. Allí, "del otro lado del mundo", viven los "hombres grandes", que miden entre tres y 3,5 metros. Son muy buenos pero hay que respetar sus indicaciones. La consigna de los macuxíes del lugar, era custodiar la entrada de la caverna, impidiendo el acceso a todo otro ser que no fuera alguno de los autorizados de la tribu. Cuando el gran viento que recorría el enorme túnel empezaba a soplar hacia afuera, (tenía ritmos de cinco días hacia afuera y otros tanto hacia adentro) podían comenzar a descender las escaleras (de 82 cm. de altura cada escalón), y las escaleras terminaban al tercer día (contaban los días con el estómago y los períodos de sueño, lo que resulta sumamente exacto).

Allí dejaban también los breos (antorchas hechas con palos embebidos en brea de afloramientos petrolíferos cercanos), y continuaban iluminados por luces que simplemente estaban colocadas allí, grandes como una sandía y claras como una lámpara eléctrica. Cada vez andaban más rápido, puesto que iban llevando menos peso e iban perdiendo el peso corporal. Atravesaban cinco lugares que estaban muy bien delimitados, en medio de unas cavidades enormes, cuyo techo no era posible ver. Allí habían -en una de las salas- cuatro luces como soles, imposible mirarlos, pero que seguramente no era tan altas como el sol. En ese sector crecían algunos árboles de buenos frutos, como cajúes, nogales, mangos y plátanos, y plantas más pequeñas. Por la descripción comparativa con ciertos lugares de la zona macuxí, esa sala tendría unos diez kilómetros cuadrados de superficie "transitable" y vegetada, y otros sectores inaccesibles y muy peligrosos, con piedra hirviendo, así como unos arroyos de azogue (mercurio, que los macuxíes conocieron en el presente siglo su uso para amalgamar el polvo de oro, merced a los garimpeiros que hoy contaminan con él las aguas amazónicas). Luego de estas cinco grandes cavidades, en un punto situado más allá de medio camino, debían tomarse de las paredes, y con cuidado impulsarse porque "volaban" (es decir que estaban ingrávidos como un astronauta).

El viento que había comenzado a soplar hacia afuera, no era obstáculo al iniciar el descenso, pero si lo intentaban al revés, la violencia del remolino les podía arrastrar al abismal túnel, y el cadáver -golpeado mil veces- no se detendría hasta un día de marcha, cueva adentro. Respetando este ciclo, iniciando la marcha con viento en contra (que era a favor de su seguridad) bajaban tres días por escaleras; y luego de dos días de marcha por túnel angosto, ya sin escaleras, el viento volvía hacia adentro, de modo que cuidaban los pasos desde el día de la partida, para no dejar arena removida o guijarros sueltos que luego se estrellarían en sus espaldas. Aún con viento a favor -ya en el séptimo u octavo día de marcha-, llegaban a la zona "donde todo vuela", es decir al medio de la costra del planeta (el medio de la masa, magnéticamente hablando, que no es el centro geométrico de la Tierra, sino cualquier punto en medio del espesor de la corteza).

A veces el viento era muy fuerte, y en vez de tomarse de las paredes para impulsarse, debían hacerlo para frenarse y no ser golpeados. Generalmente duraba desde poco menos de un día hasta día y medio, la travesía sin gravedad. Algunas veces debieron aferrarse a las salientes pétreas o a hierros que habían "desde antes" clavados en la roca, y esperar dos días a que amainara el viento. Luego seguían el camino caracterizado por arroyos con aguas muy frías que atravesaban la caverna, y entraban a una especie de gran vacía, mayor que las anteriores, donde habían unas cosas brillantes, de forma similar a los panales de abejas, de unos diez metros de diámetro, situados sobre un vástago, como un tronco de árbol, a una altura imprecisable por la memoria de los últimos macuxíes que viven recordando aquello, aún con cierto temor a las represalias de "los hombres grandes".

Los viajeros iban recobrando el peso, pero no llegaban a recobrarlo totalmente, porque aparecían en "la tierra del otro lado", donde todo es un poco más liviano, el sol es rojo y siempre es de día, sin noche, ni estrellas ni luna. Allí permanecían unos días, disfrutando de unas playas cercanas, volviéndose más jóvenes. (Lo que recuerda a Apolo, que iba al Olimpo a rejuvenecerse) Los macuxíes conocían muy bien el Atlántico, pues estaban -"afuera"- a unos trescientos kilómetros de la costa, y no era éste el mar). Los gigantes les daban unos peces muy buenos y grandes, cuya carne no se descomponía hasta dos o tres meses de haber sido pescados. Con esa preciosa carga, manzanas más grandes que una cabeza y uvas del tamaño de un puño, además de mucha energía corporal, volvían acompañados de algunos gigantes que les ayudaban con el enorme peso que traían. El viaje de vuelta se iniciaba con viento a favor, para volver a tenerlo a favor también en la última etapa, al subir los tres últimos días por las escaleras, cuyos últimos restos existen actualmente.

La creencia -o conocimiento- de los macuxíes, es que si respetan las pautas dadas por los gigantes, luego de morir aquí afuera, nacerán entre ellos, allá adentro. Cuentan que algunos macuxíes no morían, sino que se transformaban (¿transfiguraban?) en casi-gigantes y se quedaban en el interior. Esto requería principalmente, no tener hijos aquí afuera.

La tragedia para los macuxíes sucedió en 1907. Tres exploradores ingleses, llegaron en nombre de su reina, buscando diamantes. La zona macuxí es aún actualmente un poco diamantífera, pero ya se la ha explotado desde 1912 tan intensamente que casi no hay diamante, siendo poco o nada rentable su búsqueda. Cuando llegaron los ingleses, había lo suficiente como para conformar a la reina y a muchos ambiciosos que se enriquecieron luego, explotando a los nativos, pero uno de aquellos "viajeros autorizados al Centro de la Tierra" cometió la terrible imprudencia de violar la consigna de secreto, e indicó el lugar de entrada a los extranjeros. Uno de ellos envió una carta a Su Majestad, repitiéndole una narración como ésta, con algunos detalles más. En las arenas de las playas interiores, abunda el diamante, al igual que en algunos enormes bloques carboníferos de mineral de serpentina, de antiguos calderos volcánicos, que hoy son, justamente, esos túneles hacia el interior del mundo.

Los tres hombres salieron -o mejor dicho entraron- de expedición, pero no regresaron jamás. En vez de ello, salieron los gigantes, reprendieron a los macuxíes y les prohibieron para siempre el ingreso al interior. Luego de dos años de angustia y pobreza (esa zona, en esta superficie externa tenía diamantes -sin valor entonces para ellos-, pero no mucha fruta ni muchos peces), decidieron intentar un nuevo contacto con los gigantes, a pesar de la prohibición. Viajaron esperanzados durante dos días, pero llegaron a un punto del camino donde el viento venía de otra caverna que ellos no conocían. El camino original estaba derrumbado. Algunos volvieron inmediatamente, pero otros decidieron seguir el nuevo y desconocido túnel. Varios meses después, uno de ellos regresó y dijo al resto que podían entrar; los gigantes les autorizaban, pero sería para no volver nunca afuera, porque otros ingleses irían al territorio y les dañarían. Algunos se negaron a partir, porque el lugar asignado era una de aquellas grandes vacuoides. Otros aceptaron irse y no regresaron jamás.

Unos años después, comenzaron a llegar garimpeiros, a enturbiar los ríos con zarandas, resumidoras y mercurio, y a enturbiar los cerebros de los macuxíes que se quedaron "afuera", con caña, caipiriña y macoña (droga). También les enturbiaban las espaldas -con látigos- y la raza, violando a sus mujeres. En junio o julio de 1946 hubo un enorme derrumbe en el túnel, cayendo casi toda la escalera. Hoy sólo quedan algunos escalones del inicio, y un enorme precipicio inescalable, donde el viento sopla con ritmos diferentes. Algunos viejos macuxíes que escaparon al látigo inglés, y aún viven contando su edad por lunas, no se resignan totalmente a olvidar el Paraíso Perdido.

Nunca mejor expresado, pues ellos lo conocieron... Y lo perdieron.







No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTAME TUS IMPRECIONES PARA PODER MEJORAR